Aún recuerdo cuando era pequeño, y antes de jugar un partido con los amigos, me juntaba a mis 2 o 3 mejores compañeros y hacíamos una charla pre-encuentro. Debatíamos la posición en la que jugaríamos cada uno. Tras esto, cada uno de nosotros nos auto-asignábamos un jugador que nos gustase, normalmente la mayoría elegía un delantero, aunque no correspondiese con su posición. Yo sinceramente, siempre fui más de centrocampistas, organizadores sobre todo. Esto no era más que el comienzo de nuestras ilusiones, donde cada partido lo afrontábamos como si fuera el último, y como no, intentábamos emular a nuestros ídolos por aquellos tiempos.
Siempre he creído que el organizador es un jugador infravalorado dentro del campo. Parece que su tarea se limita a ofrecer un apoyo y desahogar el balón a un sitio donde apenas haya jugadores rivales. Pero más allá de todo esto, es el jugador por el que se comienza a calibrar el peligro de una jugada, el que tiene en su cabeza el momento exacto para dar un último pase. Sin lugar a dudas la tarea de un organizador no es fácil, la complejidad que tiene pasar un balón en el momento oportuno hace que el ataque de su equipo pueda ser positivo o negativo. El jugador con un buen trato de balón no siempre es el elogiado, pues siempre se recuerda más el gol que la asistencia, aunque a veces lo bonito sea la asistencia.
¿Quién no ha intentado alguna vez dar un pase al hueco como Xavi, por arriba como Pirlo, sin mirar como Laudrup, con sutileza como Zidane o en largo como Xabi Alonso? La magia de estos jugadores se encuentra en hacer del desplazamiento del balón una cosa sencilla. Cuando los ves parece hasta fácil de realizar, pegar un pelotazo y que el balón acabe sostenido en el pie de un compañero. Cuando lo intentas y te sale te sientes el mejor del mundo, sonríes y por una vez te pones en la situación de tu ídolo, pensando que tu estás sobre un campo abarrotado de gente. Sin lugar a dudas, el jugador de centro de campo siempre fue un jugador que me gusto por encima de los demás, y siempre me atrajo por la capacidad de reacción y tranquilidad con el balón en los pies. Frente a mis ídolos, se que una nueva hornada de jugadores de características similares vienen, como Verratti, Moutinho, Sahin, Joe Allen, Wilshere...Jugadores que pese a ser savia nueva, plasman en movimientos y lectura toda la clase de la antigua escuela.
Hoy en día, cuando juego algún partido, sigo hablando con mis amigos y elegimos que jugador seremos en ese encuentro. La inocencia de aquel niño aún queda intacta en nosotros, y pese a que los años pasan y nuestros ídolos se hacen mayores, siempre intentamos emularlos, manteniendo la esencia de aquellos años en los que nos parecían gigantes, y disfrutando en el día de hoy de sus actuaciones viendo como poco a poco se marcha una etapa en la que todos nosotros nos sentimos futbolistas y quisimos ser en algún momento centrocampistas.