Si hablamos de Andrea Pirlo se nos viene a la cabeza clase, talento, precisión...Todo unido a un movimiento de amor por la pelota y romanticismo por el juego, el poner a cada toque de pelota esa pasión y delicadeza que hace que pienses que algo grande puede ocurrir cuando tiene el balón en los pies. Con Pirlo no solo se inicia una jugada, se comienza un sueño por conseguir un gol.
El domingo volvió a dejar patente su calidad a la hora de golpear el balón ante Atalanta. No es la primera vez, ni será la última que veremos al jugador italiano marcar un gol de falta, pero cada vez que lo hace el gol suele llevar el sinónimo de maravilla. Ya en la Eurocopa 2012 dejó impresionado a todo el mundo con su penalti ante Inglaterra, pero es un jugador de los que no deja de sorprender. Su golpeo de balón demuestra el tacto que tiene con la pelota, el como hay una unión jugador-balón que hace que cuando hace un gol o asista a un compañero la magia se palpe en el campo.
En Milán le dieron por muerto, y su entrenador Allegri no le quiso utilizar. En Turín pensaron que sus servicios eran necesarios para construir una 'nueva Juventus'. Así, su temporada el año pasado en la Juventus (primera) después de militar 10 años en Milan no le trajo más que nuevos triunfos, alegrías y logros con su nuevo equipo. A un exitoso campeonato de Serie A (donde se mantuvieron invictos) se le unió un segundo puesto en la Eurocopa 2012, donde el se convirtió en el eje central de la 'nueva Italia de Prandelli', encabezando un juego que es acorde a un jugador como él.
Posiblemente llevamos viendo tanto tiempo jugar a Andrea Pirlo, que nos parecen lejanos sus mejores años como futbolista en Milán. Pero este jugador de 1979 sigue dando alegrías al fútbol mundial, y después de irse del equipo de su vida no ha dicho su última palabra. Hablamos del mejor jugador italiano en el siglo XXI, el que ha hecho que cualquier persona del mundo, se intente poner por un momento en la posición de una persona italiana para saber que se siente al tener un jugador como él. Andrea Pirlo posiblemente sea ese jugador romántico que hemos soñado ver en nuestro equipo algún día, aquel que desprende magia de sus botas, aquel que no olvidaremos cuando se retire.